miércoles, 25 de mayo de 2011

EL CONTROL DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL PUEDE INCREMENTAR LA ESPERANZA DE VIDA

A pesar de que se ha reducido la mortalidad general en el mundo y en nuestro país en los últimos decenios, no todos los grupos de edad, ni las causas de muerte han contribuido de manera positiva a ello, pues esta disminución de la mortalidad se ha visto acompañada de un envejecimiento de la población y de una modificación del patrón epidemiológico de su comportamiento, se observa cómo las enfermedades no transmisibles se han adueñado de las primeras causas de muerte.



De manera tal que hoy en día el problema que enfrentamos ya no se trata solamente de evitar las muertes prematuras y de aumentar la supervivencia, sino también de conservar la salud y restablecer las capacidades físicas y mentales durante un ciclo de vida que cada vez se prolonga más.
Sin embargo, no pueden lograrse los objetivos propuestos si no se actúa sobre los factores de riesgo condicionantes de las enfermedades no transmisibles causantes de la mayor parte de las defunciones. Tomemos por ejemplo los casos de las enfermedades del corazón y las enfermedades cerebrovasculares, las cuales ocupan el primer y el tercer lugar en la lista de causas de muerte en nuestro país y las que en 1997 fueron responsables de 29 753 defunciones (38 % del total de fallecidos), las cuales solamente podrán reducirse si se controlan factores como la obesidad, el sedentarismo, el hábito de fumar y la hipertensión arterial, entre otras.
La hipertensión arterial constituye un problema de salud de considerable importancia en nuestros días, no solamente por los perjuicios que ocasiona per se en la salud de las personas sino también, por el número apreciable de muertes e incapacidades que produce de manera indirecta por su condición de factor de riesgo de otras patologías.
En nuestro país se ha estimado que la cifra de muertes por hipertensión arterial oscila entre 7,3 y 8,1 por 100 000 habitantes, sin embargo, si se añadieran las defunciones por enfermedad cerebrovascular, enfermedad isquémica del miocardio e insuficiencia cardíaca, las muertes atribuidas a la hipertensión arterial serían superiores.


En conclusión, la reducción de la mortalidad por enfermedades cerebrovasculares y del corazón a la vez, tiene un impacto considerable sobre las esperanzas de vida al nacer de la población cubana, pues garantiza un incremento de prácticamente 1 año; el incremento de la esperanza de vida al nacer, al reducir la mortalidad de enfermedades del corazón es superior al obtenido con la reducción de las enfermedades cerebro-vasculares, dado por la mayor mortalidad que causan las primeras.
El aumento en la esperanza de vida en edades exactas de la población es apreciable para ambos sexos y para todas las edades cuando se reducen ambas causas de muerte.

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